FIDEL
1. “Murió
Fidel”: tras esas dos palabras, como un rayo que enceguece, te parte en dos y
te asfixia, llegó la devastación... Y lloré.
2. "¡Fidel,
no!”, era el único a quien le había negado yo el derecho a morirse. En estos
dos días en que la memoria política nos alcanzó de golpe en un segundo, Fidel
siempre estuvo allí, despierto. Aunque su partida fuera deseada y anunciada
decenas de veces en los últimos años por los poderes de este mundo, nuestro Hermano
Mayor se mantuvo valiente, atento, insomne por décadas.
3. El
asalto al cuartel Moncada fue también el asalto a los sentidos en disputa. Con Fidel,
el Che y Cuba, aprendí el respeto a las palabras ‘compañera’ y ‘compañero’. Pronunciarlas
o no han sido como trazar una línea en el piso y dividir el mundo: la máxima
confianza, la extrema democracia en la jerarquía, la unidad fuera de fronteras,
edades, temores y saberes. Mientras, por los años sesenta, Europa hablaba de ‘la
muerte del hombre’ y se refugiaba en el desafío del texto; acá, se intentaba
construir un ‘hombre nuevo’. Frente al individualismo a ultranza, las compañeras
y los compañeros en acción de construcción. Y, allí, el compañero Fidel desde
su gigantesca trinchera.
4. La
Revolución Cubana cambió el curso de Latinoamérica. La resistencia al salvaje
bloqueo ha implicado porfiada permanencia para la materialización de un
socialismo en condiciones extremas. Si la izquierda debe algo a Cuba es
precisamente eso: su ejemplo de que la posibilidad de transformar la realidad es
real. Y esto nos ha llenado -por décadas- de contenidos nuevos de justicia y de
belleza en medio de tanta podredumbre. Contra los corifeos del imperio que
gritan –ahora- a los cuatro vientos los supuestos ‘cambios inevitables’, Fidel
es, en pleno siglo XXI, Comandante y Apóstol de Cuba.
5. La
derecha festeja y dice idioteces, como la de situarle a Fidel exclusivamente en
el marco de la Guerra Fría. Cuando en 1991 desaparece la Unión Soviética y Cuba
entra en un tenebroso periodo especial de sobrevivencia, y a la par se endiosan
las llamadas ´crisis de los paradigmas’ y la ‘muerte de la Historia’, la
palabra firme del Comandante orientó la lucha en esa tormenta. Durante más de
dos decenios después, impertérrito, pero abriendo trincheras, Fidel siguió como
conciencia, no solo de Cuba y Latinoamérica sino de toda la Humanidad.
6. Ahora,
la realidad se ha colmado de dolor y no debe llenarse este vacío con un
obituario porque, Comandante, solo basta constatar que sigues despierto,
insomne…
Marcelo Medrano
Hurtado
Quito, 27
noviembre 2016