sábado, 8 de septiembre de 2018

DE LOS ANTROS INNOMBRABLES



DE LOS ANTROS INNOMBRABLES


1.

La fachada está pintada de negro. Solo un letrero pone algo de color al ingresar a este Antro Innombrable…


2.

La jornada va desbordándose. El lugar se llena o, mejor, siempre está lleno. Ingresas. En dos hileras, las mesas, pequeñas, invitan a tomar asiento. La barra, a la izquierda, como una especie de ‘S’ alargada. Frente a ella, mesas especiales con espejos grandes a sus espaldas, sin divisiones entre ellas. Siempre el ambiente a media luz, la necesaria para reconocer los rostros y para servir las cervezas sin derramarlas.


3.

La ‘unidad de medida’ es el ‘combo’: tres cervezas grandes a precio cómodo, popular, sin aspavientos ni abusos. Un bar se define por sus costos: o te abre los brazos con respeto, o tú abres tus bolsillos para entrar.

En medio de la mortecina luz, tomas asiento, pides un combo, te acomodas y miras alrededor; recibes lo solicitado junto a una guía de canciones para el karaoke. Seleccionas dos: todas las mesas escogen dos canciones personales, suyas, íntimas, en un ciclo interminable hasta la madrugada entre todas las mesas y asistentes. Siempre hay quien canta; cada mesa prodiga ritmos, letras, sentidos, sentimientos variables desde su micromundo aislado e individual. A veces, eso sí, alguna voz atormenta los oídos… Es mi caso, sí, lo sé; de allí mi respetuoso silencio casi permanente. Cada mesa es un centro o un punto de fuga cuando de sus temas se trata. La geografía de un naciente ritual se vuelve múltiple. Y el honorable público escuchador responde con palmas o, algo característico de un Antro Innombrable, desde cualquiera otra mesa alguien anónimo invita y envía una cerveza o un combo, sin compromiso, solo saludando el tema que, en esa noche, materializa algún fantasma en nuestra sensibilidad.

Escoges tus dos temas, llenas los vasos con la cerveza inicial y, de pronto, algo raro te atrapa si llegaste por primera vez: entrecierras tus ojos y te sorprende la penumbra, las pantallas con la letra de las canciones, la Veci o el Veci en la barra, las gentes en las otras mesas, dudas de si fue una buena elección ingresar. Saboreas el líquido espirituoso hasta que, de pronto, luego de conversar, cantar, escuchar, hay una extraña pero creciente tranquilidad en el ambiente, pues acabas de comprender que las barreras caen y estás escuchándote esa voz interior, tuya, propia, cotidianamente silenciada. Es la cartografía de las particulares rutas personales que, como en Roma, conducen a un mismo lugar.

Por esta razón, aunque el bar estaba repleto muchas veces, había siempre espacio para alguien más; y, por la misma característica, bastaba que esté una sola persona allí para que el bar esté también lleno, pleno, rebosante.





4.

Un Antro Innombrable debe tener esa capacidad desbordante de alternar entre ceremonias y fiestas. No se trata de un bar “temático”, ni de un espacio donde la violencia económica (‘tanto tienes, tanto vales’) y, en consecuencia, simbólica define los festejos. Al contrario, debe tener la cualidad de reinventarse en la gente misma, en sus mundos interiores generalmente fantasmagóricos y desolados, construyendo solemnidades que solo la generosidad de espíritu construye.

Quizás por todo esto, en estos 4 años y más que he visitado el Antro, no he visto ejemplos de agresividad o penitencia -no son necesarias aquí esas formas de escape-, aunque sí, de ironía y melancolía.


5.

Y, de pronto, eres tú quien invita una cerveza o un combo a un/a cantante anónimo de una mesa de allá, lejos. Y te llena de agradable alegría el hacerlo. Y te ves recibiendo un vaso o botella de bebida de alguna persona desconocida, a quien agradeces sin más, mientras los temas te atrapan y te vuelves partícipes de ellos. Y, de improviso, las canciones son alegres y una pareja baila con una canción, mientras la Veci pide que se sienten, que si no la policía o la intendencia les multará, y tú te sumas al ruedo y brindas y cantas y vuelves a brindar hasta que el siguiente tema te cambia el ritmo, pero ya estás de pie y te acercas a la barra y pides un combo –la unidad perfecta de medida- y brindas con todos los que están allí, y hasta decides ser el coro de la siguiente canción… De pronto, te animas y pides tus dos temas de rigor: es el momento. Llega el micrófono y lo dices sin aspavientos: ‘esta es mi canción’… ¿Será por eso que siempre he pedido un tema –que no daré su nombre- y que me ha hecho derramar lágrimas al entonarlo? Para muchos, este punto es el preámbulo del colapso cuando existe la combinación del estallido interno entre alegría y desmoronamiento interior, y todos, por fin, somos solamente eso: humanos…


6.

Hay una dimensión política en un Antro Innombrable basada en que no te reciben por tu dinero y llenas de generosidad el ambiente, pues si el dinero tiene la capacidad de aceptar la oferta de lugares y llega a afirmar la cosificación de las personas, tú puedes cumplir con los intercambios mercantiles casi en forma del valor de uso. Existe una producción social del sentido a contracorriente. Generas entonces una microutopía de tranquilidad, con personajes y topografías basados en un casi primigenio derroche.

Y esa es la razón de su quiebra. Hoy, InShot, ha cerrado sus puertas. La Veci y el Veci, dueños del lugar, personas de amable tesitura, acaban de notificarlo.




Marcelo Medrano Hurtado
(Quito, 08-09-2018)

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