DE LOS ANTROS INNOMBRABLES
1.
La fachada está pintada de negro.
Solo un letrero pone algo de color al ingresar a este Antro Innombrable…
2.
La jornada va desbordándose. El lugar
se llena o, mejor, siempre está lleno. Ingresas. En dos hileras, las mesas,
pequeñas, invitan a tomar asiento. La barra, a la izquierda, como una especie
de ‘S’ alargada. Frente a ella, mesas especiales con espejos grandes a sus
espaldas, sin divisiones entre ellas. Siempre el ambiente a media luz, la
necesaria para reconocer los rostros y para servir las cervezas sin
derramarlas.
3.
La ‘unidad de medida’ es el ‘combo’:
tres cervezas grandes a precio cómodo, popular, sin aspavientos ni abusos. Un
bar se define por sus costos: o te abre los brazos con respeto, o tú abres tus
bolsillos para entrar.
En medio de la mortecina luz,
tomas asiento, pides un combo, te acomodas y miras alrededor; recibes lo
solicitado junto a una guía de canciones para el karaoke. Seleccionas dos: todas
las mesas escogen dos canciones personales, suyas, íntimas, en un ciclo
interminable hasta la madrugada entre todas las mesas y asistentes. Siempre hay
quien canta; cada mesa prodiga ritmos, letras, sentidos, sentimientos variables
desde su micromundo aislado e individual. A veces, eso sí, alguna voz atormenta
los oídos… Es mi caso, sí, lo sé; de allí mi respetuoso silencio casi
permanente. Cada mesa es un centro o un punto de fuga cuando de sus temas se
trata. La geografía de un naciente ritual se vuelve múltiple. Y el honorable
público escuchador responde con palmas o, algo característico de un Antro
Innombrable, desde cualquiera otra mesa alguien anónimo invita y envía una
cerveza o un combo, sin compromiso, solo saludando el tema que, en esa noche,
materializa algún fantasma en nuestra sensibilidad.
Escoges tus dos temas, llenas los
vasos con la cerveza inicial y, de pronto, algo raro te atrapa si llegaste por
primera vez: entrecierras tus ojos y te sorprende la penumbra, las pantallas
con la letra de las canciones, la Veci o el Veci en la barra, las gentes en las
otras mesas, dudas de si fue una buena elección ingresar. Saboreas el líquido
espirituoso hasta que, de pronto, luego de conversar, cantar, escuchar, hay una
extraña pero creciente tranquilidad en el ambiente, pues acabas de comprender
que las barreras caen y estás escuchándote esa voz interior, tuya, propia,
cotidianamente silenciada. Es la cartografía de las particulares rutas personales
que, como en Roma, conducen a un mismo lugar.
Por esta razón, aunque el bar
estaba repleto muchas veces, había siempre espacio para alguien más; y, por la
misma característica, bastaba que esté una sola persona allí para que el bar
esté también lleno, pleno, rebosante.
4.
Un Antro Innombrable debe tener
esa capacidad desbordante de alternar entre ceremonias y fiestas. No se trata
de un bar “temático”, ni de un espacio donde la violencia económica (‘tanto
tienes, tanto vales’) y, en consecuencia, simbólica define los festejos. Al
contrario, debe tener la cualidad de reinventarse en la gente misma, en sus
mundos interiores generalmente fantasmagóricos y desolados, construyendo solemnidades
que solo la generosidad de espíritu construye.
Quizás por todo esto, en estos 4
años y más que he visitado el Antro, no he visto ejemplos de agresividad o penitencia
-no son necesarias aquí esas formas de escape-, aunque sí, de ironía y
melancolía.
5.
Y, de pronto, eres tú quien
invita una cerveza o un combo a un/a cantante anónimo de una mesa de allá,
lejos. Y te llena de agradable alegría el hacerlo. Y te ves recibiendo un vaso
o botella de bebida de alguna persona desconocida, a quien agradeces sin más,
mientras los temas te atrapan y te vuelves partícipes de ellos. Y, de improviso,
las canciones son alegres y una pareja baila con una canción, mientras la Veci
pide que se sienten, que si no la policía o la intendencia les multará, y tú te
sumas al ruedo y brindas y cantas y vuelves a brindar hasta que el siguiente
tema te cambia el ritmo, pero ya estás de pie y te acercas a la barra y pides
un combo –la unidad perfecta de medida- y brindas con todos los que están allí,
y hasta decides ser el coro de la siguiente canción… De pronto, te animas y
pides tus dos temas de rigor: es el momento. Llega el micrófono y lo dices sin
aspavientos: ‘esta es mi canción’… ¿Será por eso que siempre he pedido un tema –que
no daré su nombre- y que me ha hecho derramar lágrimas al entonarlo? Para
muchos, este punto es el preámbulo del colapso cuando existe la combinación del
estallido interno entre alegría y desmoronamiento interior, y todos, por fin,
somos solamente eso: humanos…
6.
Hay una dimensión política en un
Antro Innombrable basada en que no te reciben por tu dinero y llenas de
generosidad el ambiente, pues si el dinero tiene la capacidad de aceptar la
oferta de lugares y llega a afirmar la cosificación de las personas, tú puedes
cumplir con los intercambios mercantiles casi en forma del valor de uso. Existe
una producción social del sentido a contracorriente. Generas entonces una
microutopía de tranquilidad, con personajes y topografías basados en un casi
primigenio derroche.
Y esa es la razón de su quiebra.
Hoy, InShot, ha cerrado sus puertas. La Veci y el Veci, dueños del lugar, personas
de amable tesitura, acaban de notificarlo.
Marcelo Medrano Hurtado
(Quito, 08-09-2018)
bien me gusto mucho el analisis de los bares en la zona
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